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Ojalá fuera verano
Por Lexa Dartle

Presentado al concurso de El Burdel - Mención especial

 

Verano. Pronto será verano.

Caminan arrastrando las botas en silencio hasta los vestidores. Sólo quedan ellos dos; cabello sudado pegado a la frente, rostros salpicados de barro y en el caso de Sirius, sangre seca y no tan seca en el uniforme. Sirius lleva el cejo fruncido y los dientes apretados con fuerza. El dolor en su hombro derecho es prácticamente insoportable.

El sol quema en sus espaldas proyectando largas sombras frente a ellos. El calor ha sido agobiante durante toda la semana y una enorme nube ensombrece el paisaje por encima del castillo. Todo es tan contradictorio. Si se giraran sólo por un instante y miraran el campo de quidditch que ya abandonan, lo encontrarían todo colores verdes y brillantes. Al frente, es sólo pasto mal recortado.

Sirius camina despacio. Cada paso duele y también lo hace respirar. Los pinchazos de dolor recorren su cuerpo con crudeza. El golpe de la bludger en su hombro no sólo duele ahí sino en cada fibra de su cuerpo, así que camina despacio, pero eso sí, sin quejarse.

Cosa rara, James también camina lento, a su ritmo. Parece entretenerse limpiando sin magia sus gafas con la tela del uniforme, mientras contempla distraído los postes de quidditch que se hacen cada vez más pequeños conforme ellos avanzan.

Caminan en silencio como casi siempre suelen hacer, y sin embargo... hay en su silencio algo de tenso e incómodo que amenaza con quebrarse y no precisamente de la mejor manera. Sirius contempla sus sombras proyectadas sobre el pasto, tan alargadas e inclinadas. Tan separadas.

Respirar duele, Sirius aprieta más los dientes cada vez que lo hace.

Nunca lo hubiera siquiera pensado, pero anhela que llegue el verano y así poder abandonar Hogwarts. Es como si los muros del colegio fueran ahora tan asfixiantes como los tapices de la casa Black. El mundo se ha vuelto una pesadilla.

Tropieza. Con el dolor nublando sus reflejos, cae al césped sin mucha resistencia. A pesar de eso, se pone en pie de inmediato apoyándose en su brazo bueno. James se ha movido un poco para ayudarle, pero Sirius ha sido más rápido dejando a Potter a medio camino.

-¿Estás bien?

-Sí-masculla Sirius mejillas arreboladas por la vergüenza y dientes todavía más apretados.

-¿Seguro?

-¡Estoy bien, Potter! –le espeta cortante aunque desearía no haber sonado tan agresivo.

-Como quieras- James se encoge de hombros con una mueca de fastidio. Últimamente es insoportable.


¿Desde cuándo los vestidores se encuentran tan lejos? Desde la luna llena de hace ya dos meses y no es lo único que parece haberse alejado. James está lejos y la distancia, parece insalvable.

Sirius se arrepiente de lo que hizo, por supuesto que lo hace. Las últimas semanas han sido un infierno, agotadoras, desgastantes, agobiantes. Sólo recuerda haberlo pasado peor en casa y eso no es en lo absoluto alentador, sino todo lo contrario. Cada clase, cada partido, cada desayuno o cena en el Gran Comedor y peor aún, cada noche en los dormitorios; con los merodeadores cada uno en sus camas, no hay risas ni bromas. Procura llegar lo más tarde posible para así encontrarles dormidos y no hablando animadamente para después callarse al verle llegar. El dosel de la cama parece venírsele encima pero nunca se viene tan abajo como para ahogarle. Sirius desea que sea verano.

Se arrepiente de haberlo hecho porque ahora James permanece en silencio, no bromea, y los ojos no le centellean tras las gafas. Porque Remus se dirige a él -cuando lo llega a hacer- con extrema cortesía, y porque hasta el pequeño Colagusano ya no le mira con idolatría y mas bien rehuye su mirada. Se arrepiente porque parece haber perdido a sus amigos y porque tal vez, Hogwarts sea un lugar lleno de magia, pero sin ellos, es sólo un viejo castillo con sitios más oscuros que brillantes.

Empezó como una broma, para Sirius continúa siéndolo. Si bien ahora se da cuenta de lo graves que pudieron haber sido las consecuencias, sigue considerando el asunto una broma mal calculada. En un principio le pareció una idea brillante, de esas que de verdad le emocionan y le agitan el pulso de sólo planearlas. Pero todo salió mal, y aunque Sirius acepta su parte de culpa, el auténtico culpable es Snape y su nariz ganchuda asomándose de entre el pelo grasiento que el mismo James tanto desprecia. Estaba harto de ver como les seguía esperando pillarles haciendo algo indebido –lo cual hacían-, de su mirada curiosa cuando Remus iba a la enfermería y, ¿por qué no? Harto de su sola y desagradable presencia. Para Sirius es comprensible el desprecio tan profundo que siente por el Slytherin; el fervor en su mirada al hablar de Artes Oscuras recuerda a Sirius el mismo brillo fanático en los ojos de su familia cuando de éstas artes se trata. Sirius creyó que no estaría mal gastarle una pequeña broma.

Por supuesto, James no lo creyó así en su momento, ni tampoco ahora y por eso es que permanece tan distante. Él, y Remus, y Peter. Y también el equipo de quidditch, los compañeros de clase que le miraban con admiración, los malditos envidiosos de siempre y hasta un par de las chiquillas enamoradizas de primer año. Claro, que ellos no saben lo que realmente ocurrió, lo del sauce boxeador y la posibilidad de Snape asesinado por un Remus hombre-lobo. Si ahora Sirius se ha vuelto el paria del colegio, ha sido por lo del otro día. Lo del Gran Comedor. Eso de lo que todo el mundo ha venido hablando.

Mierda.

El hombro de verdad duele. Podría desplomarse ahora mismo pero los vestidores ya están cerca, y por supuesto, no quiere que James le vea flaquear.

Dejan huellas de lodo en el piso al entrar en los vestidores. Ambos arrojan las escobas a un lado, casi sincronizados. A final de cuentas, hay cosas que siguen siendo igual. Se sienta, se tira más bien, sobre una de las bancas sin poder dar un sólo paso más. El sol aun entra perezoso por las pequeñas ventanas, deslumbrando a Sirius cuando echa hacia atrás la cabeza hasta sentir el frío de la pared. Cierra los ojos para protegerse de la luz. James abre la llave del agua. El rumor de ésta cayendo como cascada hasta el piso, hace que Sirius vuelva a abrir los ojos, para después encontrarse con la mirada castaña de James junto a la ducha. En su mirada, aún se lee algo de lo ocurrido en el Gran Comedor. Es un recuerdo amargo. Sirius quiere expulsarlo de su cabeza, pero siempre se vuelve a colar en sus pensamientos, como una escena que se repite y repite sin absoluto control. Con los detalles cada vez más nítidos y precisos. Más dolorosos.


-Hey, ¿es que no piensas hablarme o por lo menos darme los buenos días? –preguntó Sirius al día siguiente del incidente, hace casi ya dos meses. Lo recuerda bien. Sirius iba acosando a James desde que dejaron la sala común para ir a desayunar. Cargaban las pesadas mochilas y sus rostros lucían pálidos y ojerosos; la noche anterior había sido larga.

-No ahora, Sirius- el tono de voz de su amigo fue cortante.

Sirius se situó frente a él cortándole el paso. Recargó una mano sobre el muro, quería saber que estaba ocurriendo y porque James hablaba con monosílabos desde que salieron del despacho del director.

-Si no ahora, ¿cuándo? ¿Qué cojones te pasa?

-¿Qué que cojones me pasa?-James lucía asombrado- ¿Qué cojones te pasa a ti, Sirius?

Le miró sin comprender.

-Lo de anoche- le recordó James- ¿Cómo puedes estar así como si nada?

Sirius no pudo evitar sonreír un poco.

-¿Y cómo debería de estar entonces?

James dio un paso hacia delante hasta quedar tan cerca de Sirius que éste podía admirar su reflejo en las gafas del buscador Gryffindor. Habló en susurros.

-¿No te das cuenta de lo que pudo haber pasado?- su aliento sobre el de su amigo- ¡Remus pudo matarle! ¡A veces me asombra lo idiota que puedes llegar a ser!- exclamó James para después apartarle de un empujón y seguir caminando.

-Era un broma, Jimmy- explicó Sirius en tono exasperado siguiéndole. Lo zarandeó por detrás, tomándole de los hombros en un gesto juguetón.

James se giró para encararlo y no era en lo absoluto juguetón. Los estudiantes bajaban ya por montones a desayunar; los miraban con insistencia. Los ojos de todos se desviaban hasta ellos, parados a la entrada del Gran Comedor. A final de cuentas, son –o eran, -los dueños del Colegio. Ellos dos. Sirius y James. Black y Potter.

-¿Eso es para ti, verdad? Una broma.

Sirius se encogió de hombros.

James cerró y abrió los ojos como si no pudiera creerlo. Hubo algo, un brillo, un destello. Algo extraño en el semblante de James que no encajaba con él, pero... ¿qué era? Era James molesto. Irritado. Sirius nunca, después de todos estos años, le había visto enojado. James siempre había sido la imagen de la pura y exultante felicidad y si alguna vez había estado sólo un poco irritado, por supuesto, no había sido con Sirius.

-Lo siento, ¿vale?

-No, no lo sientes. Para ti esto es sólo un juego- afirmó James empezando a hablar más alto.

-¡Es un juego!- replicó él comenzando a irritarse. No entendía a que venía todo el rollo, James siempre había sido su compañero de bromas. James y él. Siempre.-Lo sabes, lo es para ti también.

-No lo es- dijo, y los ojos de James dejaron de destilar rabia sólo por un instante para dejar traslucir un atisbo de desilusión.

Eso hirió a Sirius más que cualquier otra cosa, aún ahí, en los vestidores, el dolor le astilla los pulmones más real y crudo que el pinchazo en su hombro.

Ahora eran el espectáculo matutino. Los susurros y cuchicheos comenzaban. Oh, fíjate, discuten. Potter y Black discuten.

-¿Quién eres tú y que has hecho con mi amigo Cornamenta? –dijo Sirius aparentemente burlón.

-¿Y tú desde cuando has dejado de ser Canuto para volverte uno más de los Black?- soltó James con la sangre agolpada en las mejillas. Aquello había sido un golpe bajo, y James, conociéndole como le conocía, debió saber de la gravedad de sus palabras y el efecto que éstas crearían en Sirius.

Sin embargo, nadie vio venir el golpe. La sangre ardió en sus venas, el perro enseñó los dientes. El puño de Sirius dio de lleno en el rostro de James, tirándole las gafas al suelo y derribándole hasta tropezar con el muro de piedra. Le dio otro golpe más, aunque esta vez con menos fuerza. James se encaró contra él, pero alguien, un desconocido, una cara más en medio de la multitud agolpada alrededor de ellos, lo detuvo. Tenía sangre en el rostro y Sirius la tenía también en la mano. Era la sangre de James. Lo había golpeado, a él. La sola idea aun le carcome las entrañas.

Claro está, James intentó devolver el golpe pero nuevamente aquellas figuras desconocidas le contuvieron. Nadie había escuchado la conversación completa, y aunque lo hubieran hecho, seguramente hubieran continuado tomando partido a favor de James. Sirius sintió las miradas acusadoras clavándose en su espalda. Cuando Peter llegó y corrió hasta James para luego mirar a Sirius con recelo, éste decidió que había tenido suficiente y abandonó el lugar.


No ha vuelto a hablar con James desde entonces, exceptuando sólo lo estrictamente necesario en los entrenamientos. Ha sido solamente un perro rabioso y solitario que lo pasa especialmente mal. Muy mal.

-¿Sigues cabreado conmigo?- pregunta Sirius desviando la mirada para no tener que verle a los ojos cuando responda.

James se mete bajo el chorro de agua, aún vestido. El uniforme mojado se pega a su cuerpo.

-¿Contigo? En lo absoluto. Apenas te conozco.

James es tan insoportable cuando quiere. Sirius se ha dado cuenta de eso. Pero aun así, sigue siendo su mejor amigo, su hermano. A veces tiene la impresión de que cuando trata de explicarse lo que es James para él, las etiquetas poco valen y simplemente James lo es todo. O al menos casi todo. Cierra los ojos y se muerde los labios. Algo, necesita algo que calme el dolor.

-Conmigo-repone Sirius. Se levanta con tremendo esfuerzo. Está débil y tembloroso. Al límite. Se mete a la ducha con James dando tumbos. Deja rastros de lodo por el suelo.

-¿Qué haces?

Sirius no responde, sólo deja que el agua le empape de pies a cabeza. Caliente, sí. En el hombro, sí. Duele, duele mucho, pero está bien. Se siente bien. Se queja un poco. Gime. Tiene los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Cuando abre sólo por un segundo los ojos, el vapor inunda ya los vestidores. James sigue ahí, sonrojado por el calor a tan sólo unos pasos de él. Le mira de una extraña manera, como no ha hecho en todo este tiempo. No sonríe, pero tampoco está molesto. Sólo le mira con los ojos entornados. Absorto. En trance, o así le parece a Sirius.

James mete las manos por debajo de su uniforme hasta tocar el firme abdomen de Sirius. El contacto les estremece a ambos. Sirius recuerda, en un algún lugar poco iluminado de su cabeza, que la última vez que le tocó fue el día en que le golpeó. James le quita la ropa hasta sólo dejarle con el pantalón, Sirius levanta los brazos para facilitarle la tarea. No entiende que ocurre, pero no le importa. James se siente cerca; eso es perfecto. Se siente extasiado.

-¿Qué haces tú?-murmura jadeando.

El agua golpea la herida abierta de su hombro y el agua se mancha de rojo hasta perderse por la coladera. La herida arde nublándole la visión. Se tambalea, James le sostiene. Mmm...sí. James, el agua caliente, sus manos, mmm...sí. Así está bien. Así, siempre.

-¿Por qué lo hiciste?- pregunta James.

No dice nada. No responde. No tiene ánimos de hablar. Lleva sus manos hasta su nuca y lo jala hacia sí con el brazo izquierdo hasta sentir el tacto de su uniforme mojado contra la piel desnuda de su abdomen. Lo besa. Con fuerza. Con los labios abiertos. Desesperado. Hambriento. Invade su boca, se pierde en ella. Se come a James. Lo echaba de menos. Demasiado.

James lo aparta con un ligero empujón que lo desequilibra. Sirius le mira sin entender entre el agua que golpea sus cuerpos. Las respiraciones son agitadas, jadean. Intercambian miradas nerviosas cargadas de deseo. James se quita la ropa hasta quedar exactamente como Sirius. Los labios de la oveja negra de los Black forman una sonrisa antes de ser capturados por los de James. Caen el uno sobre el otro; más Sirius sobre James.

Sí. La piel de James contra la suya; el contacto es electrizante. Perfecto. Ondas de placer cruzándose con ondas de dolor. Y los besos; húmedos y calientes. Las caricias de James demandantes, exigentes, son lo único que le aferra a la realidad. Los colores se difuminan, el vapor, el dolor, el placer, no le dejan mirar y lo único que sigue ahí, junto a él, con él, es James. James por fin desde hace tanto tiempo. Al fin. Tan cerca. Cada caricia se precipita con violencia; están cabreados después de todo.

No es como las otras veces.

Como la vez de la moto apenas en abril. Habían arrancado el cacharro por primera vez y Sirius reventaba de alegría y excitación, y por lo tanto, James también. Cuando Sirius subió a la moto, su sonrisa pícara lo delataba; era como si montara una chica. James tenía esa cara; la de los ojos brillando traviesamente y la sonrisa estúpida contagiosa y efervescente que ni el mismo podía controlar. Parecía como si trajera algo vivo en el pecho, porque no dejaba de convulsionarse en medio de una risa histérica que no lograba completarse. Sirius no encontraba la gracia, pero James lucía al borde de un ataque y él comenzó a reír también. Hicieron chistes y luego Sirius convenció a James a subir también en la moto. Se sentó detrás de él aún riendo tontamente, apoyó la cabeza en la espalda de su amigo y Sirius hizo alguna especie de movimiento contorsionista hasta quedar frente a él a horcajadas sobre la motocicleta.

-Arráncala- le retó Sirius dándole las llaves.

James paró de reír un momento y se quedó solamente con la sonrisa de niño travieso. Se tuvo que pegar aún más a Sirius para alcanzar el interruptor de la llave. El motor rugió cuando James encendió la motocicleta. Estallaron en carcajadas y repentinamente se besaron con complicidad. Primero apretando sólo los labios y luego con la boca abierta y sin ninguna buena intención. Sólo besos entre sonrisas arriba de la moto. Sirius y James. Black y Potter.


Ahora es diferente sin lugar a dudas. Todo aquello parece haber sido años atrás.

Murmura su nombre tantas veces como puede. James gime, jadea, Sirius también. Se frotan. Afuera comienza a llover, ellos no se dan cuenta. No les importa. Sirius le muerde, es un perro rabioso. James le acorrala hasta la pared entre tropiezos. Sirius baja la mano hasta introducirla en el pantalón de su amigo pero él le aparta la mano. Sin despegarse de sus labios, Sirius le empuja molesto por el rechazo. James lo hace de regreso y esta vez Sirius se queja por su hombro. Gruñe. Duele, pero le sigue besando. Volutas de vapor salen de sus bocas cuando se separan para tomar aire. Aire caliente, como ellos. Se encuentran a lengüetazos y besos apresurados que cada vez se vuelven más apasionados. Sirius quiere meterle mano, masturbarle; James no se deja.

-¿Qué...?

James se separa, se aleja. De nuevo. Jadea.

-¿Por qué lo hiciste?

Hay un bajón a la realidad, pero el dolor y el vapor siguen ahí. Sirius trata despejar su mente y descifrar lo que debe responder, pero es un poco difícil. James está ahí, mojado y caliente.

- Te extraño.-murmura sin pensar- ¿Podemos dejar esto de una puta vez? - su voz suena rara y cavernosa, como si no hubiera hablado en mucho tiempo. Le mira con ojos vidriosos. Se acerca más a él.

James da otro paso hacia atrás.

-Te hice una pregunta. Respóndela.

-La cagué, lo siento.-admite. Se siente atontado.- Ven acá- alarga un brazo hasta alcanzarle, James está ya fuera del chorro de agua. Lo quiere cerca de nuevo. Sólo así se está en paz.

-Yo... no lo sé.-murmura James aturdido. Se deja hacer por Sirius indeciso y sin embargo, cuando ambos están de nuevo siendo golpeados por el agua caliente, James vuelve a separarse. Roza con los dedos la herida de su hombro. Sirius no entiende que ocurre. –Ve con Madame Pomfrey.-dice, Sirius le mira incrédulo.

-¿A dónde...? -James seca su ropa con un movimiento de varita sin mirarle. Sirius no se mueve de donde está y le ve recoger su escoba y encaminarse a la salida.-¡Ven acá, Potter, maldita sea!

Se va.


Sirius se queda. Recarga la espalda sobre la pared y cierra los ojos. No se percata, pero cuando abandona los vestidores en medio de una fina lluvia, va transformado en perro. Repara en su condición de perro herido hasta que la Sra. Norris huye de él cuando dobla hacia la derecha en dirección a la torre de Gryffindor. La noche está ya entrada; ha estado vagabundeando por ahí sin rumbo y por tiempo indefinido. Solo.

Llega a la torre de Gryffindor a una hora indecente ya transformado de nuevo en humano, el hombro, y en realidad todo, duele menos cuando es un perro.

-Deberías hacer el cambio permanente-dijo James una vez. No pienses en ese cabrón.

Entra al dormitorio sin hacer ruido en medio de oscuridad. Todos están dormidos ya; Remus y Peter con las cortinas sin echar al contrario de James. Se arrastra técnicamente hasta la cama y se tumba en ella más o menos cuidando de su hombro. Dormiría vestido como está, pero el calor sigue siendo sofocante a pesar de la lluvia, así que se quita ropa hasta quedar medio desnudo y cierra los ojos antes de quedarse dormido. Suficiente por el día de hoy. Ojalá, mañana al despertar, sea verano y pueda empacar, fugarse de la estación y salir disparado en motocicleta a algún sitio mejor.

-Hazme espacio.

-¡Sal de mi cama!-brama Sirius más dormido que despierto.

-No.

-¿Qué puta hora es?-pregunta al abrir los ojos y encontrar todo aún a oscuras.

-Las cuatro de la mañana-responde James metido en la cama junto a él. Lleva puesta esa pijama patética de la que Sirius solía burlarse, la que lleva estampada snitchs.

-Déjame dormir-murmura, da media vuelta y hunde la cabeza en la almohada cerrando los ojos.

-Yo no he podido dormir.-afirma James. Lo jala de los hombros para que se siente sobre la cama. Sirius lo aparta como puede, una cosa es que siga medio dormido y otra cosa que este amnésico. No entiende a que juega James luego de lo que pasó en los vestidores.

Permanecen ambos sentados sobre la cama sin pronunciar palabra alguna. El silencio se tensa y es tan persistente que amenaza con romperles los oídos, a pesar de ahora vuelve a llover y el ruido es estruendoso. James se desordena el cabello con una mano.

-Potter, no tienes que revolverte el cabello ahora, Evans no está por aquí- no puede evitar bromear, pero James pasa de el comentario y anuncia, como si Sirius no fuera consciente del hecho:

-Pronto saldremos de vacaciones.

-Al fin

-¿Al fin?-se extraña James. Es raro esto de hablar con él.- Tú odias las vacaciones, te quedarías en Hogwarts si por ti fuera

-Estoy harto de Hogwarts-asevera, decirlo en voz alta es un alivio.-Desde que todo se arruinó...

-Desde que lo arruinaste-corrige James, pero no suena rencoroso ni irritado.

-Desde que lo arruiné-arregla Sirius alzando las cejas para quitarle importancia al asunto.- y tú y yo sólo nos cruzamos palabras en los entrenamientos, este viejo castillo no es mejor que cualquier otro lugar.

James entorna los ojos, le mira fijamente.

-Debiste haber ido con Madame Pomfrey.

-Ya. ¿Por qué me lo ordenaste, no?- ha sonado agresivo, pero fue inevitable. James baja la cabeza como si estuviera apenado, Sirius se disculparía pero cree firmemente que tiene motivos para haber sonado así y por lo tanto, lo deja como está.

-Dijiste que me extrañabas.-dice. Sirius se revuelve incómodo.-Yo te extraño también.

-Corta el rollo empalagoso, ¿quieres?- se burla Sirius pero en realidad el corazón se le ha acelerado a mil, por supuesto, sabe fingir. James se sonroja; Sirius ríe.-¿Será que el señor Cornamenta y el Señor Canuto podrán volver a hacer las paces?

-El Señor Cornamenta estaría encantado, ¿qué opina el apreciable Señor Canuto?

-Él está de acuerdo, pero sólo tiene una condición.-dice Sirius en tono muy solemne.-Que el Señor Cornamenta se quedé aquí hasta que amanezca, al Señor Canuto los rayos y relámpagos le asustan.

Irrumpen en sonoras carcajadas.

-Trato hecho.

-Júralo solemnemente.

-Lo juro solemnemente.

Sellan el pacto con un beso.


Al día siguiente, los cuchicheos rebosan en el Gran Comedor a la hora del desayuno. Los cuatro merodeadores a la mesa –los merodeadores, mejor dicho, que cuando son tres, no son los merodeadores-, bromean y hacen chistes escandalosamente. Snape les mira desdeñosamente desde la mesa de Slytherin. Los exámenes están por terminar, la final de quidditch se aproxima y Black y Potter son nuevamente los dueños del colegio. El verano se acerca, y ellos ya tienen planes para éste. Juntos.

 

 

FIN

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