Lujuria

Por Empathic Siren
Traducción al español de Crysania M

Beta Lena

Los dedos de Horace Slughorn se deslizaban por su túnica de raso y terciopelo mientras tomaba otro caramelo de jengibre de la abollada cajita que estaba sobre la otomana(1) brocada situada junto al sillón. Las glotonas relamidas de sus labios resonaron en la pequeña y opulenta habitación. Se reclinó y tomó otro generoso trago de hidromiel. Sintió un escalofrío de placer mientras el fuerte sabor del aguamiel se mezclaba con el marcado picor de los caramelos de jengibre. Extendió las piernas por encima de la otomana de forma que quedaron dobladas hacia fuera a la altura de las rodillas; era como un príncipe rana, rechoncho y de extremidades largas, rodeado de opulencia, con sus ojos estrechándose entre esas pequeñas rendijas de sapo mientras sus delgados labios se estiraban en una antinatural sonrisa.

Con un satisfecho “ah”, se metió la mano en los pantalones y masajeó su dolorida polla. Gimió mientras imágenes de un oscurísimo y revuelto cabello pasaron por su mente. Qué hermosos chicos eran, tan deliciosamente salvajes, y apasionados, y jóvenes. Horace emitió un quejido y se apretó la polla. Oh, sí… le gustaban los jóvenes. Los guapos. Los que parecían haber sido cogidos de entre las fresas en plena primavera, resplandecientes y maduros, ignorantes de sus espeluznantes encantos. Los que eran como Draco Malfoy y Harry Potter. El estómago de Horace dio una sacudida. Se mordió el labio –incapaz de resistirse a coger un último pedacito de caramelo de jengibre rápidamente con la lengua- y pensó en los labios carnosos y los andares felinos de Harry; la piel de Draco pálida como el cielo y su deslizar de reptil.

En seguida se había percatado de la intensidad de sus sentimientos. Siendo muy convincente, Horace había persuadido a un descarado elfo doméstico para poner a los chicos un pequeño extra en su zumo de calabaza cada mañana. Era increíble la diferencia que había provocado un lento pero firme flujo de su filtro secreto especial de lujuria. La obsesión entre Draco y Harry ahora ardía y crepitaba como el fuego. Se acechaban el uno al otro como si de presas se tratara, preparados para atacar, ansiosos por hallar la liberación que Horace les estaba negando. Reía entre dientes pensando que ellos no entendían que su obsesión nada tenía que ver con el odio, sino con la pasión.

Adoraba contrariarlos, frustrarlos, mantenerlos apartados. Ambos probaron ser mucho más ingeniosos y astutos de lo que él había anticipado. La emoción de esa persecución le tenía terriblemente duro mientras los mantenía al límite de su resistencia. Horace quería contener su deseo hasta que, en última instancia, se viese incapaz de reprimir su propia satisfacción un instante más. Y ése momento se estaba aproximando rápidamente.

Había discutido de nuevo con ellos ese día, temprano. Los había encontrado en un pequeño armario para escobas del quinto piso. Había estado a punto de llegar demasiado tarde. Harry casi se había quitado la camisa y los pantalones de Draco estaban desabrochados. Horace estuvo a punto de correrse… la imagen que tenía ante sí era casi mejor que sus fantasías nocturnas.

Echó la cabeza hacia atrás mientras tiraba y se apretaba de la polla a un ritmo más rápido. Pateó y volcó los caramelos de jengibre, mientras jadeaba al respirar pensando en sus chicos, revolcándose en el suelo frente a él, desnudos y feroces. Los dominaría desde su asiento en su mullido trono de príncipe rana, esperando a que finalmente la naturaleza siguiera su curso. Y aquél era el punto en el cual su fantasía nocturna empezaba a volar. Comenzaba a masturbarse tan pronto como pensaba en sus chicos. ¿Tal vez estaban en su despacho castigados, o pidiendo consejo sobre algún tema? Oh, sí, había recreado esa escena decenas de veces. El fuego estaba vivo como un calor abrasador. Se escabulliría hasta el hall con alguna vaga excusa mientras permanecía vigilante y alerta.
Empezaría con un codazo, un empujón, un puñetazo intencional de Malfoy que intentara tirar a Harry del lujoso sofá.
Los dedos de Horace continuaban estimulándolo, como esas vívidas escenas tras sus ojos cerrados. Observó, en primera persona, cómo su sueño más delicioso se hacía realidad.

Los chicos ya están sentados. Los he drogado con mi filtro de lujuria antes de deslizarme dentro del hall y verlos, piensa Horace para sí mismo curvando más fuerte la mano sobre su húmeda polla.


Draco empuja a Harry en un costado con el codo, tratando de tirarle al suelo.


Harry gruñe y su cara se ruboriza del mismo modo en que siempre lo hace. “A qué estás jugando, Malfoy”, dice mientras coge a Draco del brazo y le obliga a detenerse.

La ira florece a través de la cara de Draco y sacude su brazo, apartándolo; “No me toques, asqueroso sangre sucia. No puedo soportar mirarte”, sisea y se aproxima en lugar de alejarse.

“Eres un completo bastardo”, Harry hierve, se lame los labios. Harry –hermoso, temperamental Harry- es siempre el primero en estallar. Grita de frustración y con una sólida palmada trata de abofetear la arrogante sonrisa que se extiende de forma poco elegante por la afilada y aristocrática cara de Draco.


Draco es más alto, y emocionalmente más controlado. Atrapa fácilmente la mano de Harry entre las suyas y la lleva con fuerza hasta su espalda, haciendo que sus torsos choquen. Los brazos de Draco inmovilizan las manos de Harry a su espalda mientras éste lucha furioso.


“Deja que me vaya”, gime Harry apretando los dientes, mientras lucha y patea y escupe como el cachorro de león que es.


“No”, dice Draco en un tenue siseo. Y su cuerpo se ondula con cada sacudida y cada patada que recibe de Harry.

Harry inclina la cabeza, y después la levanta bruscamente bajo el mentón de Draco, golpeándolo en la nuez.

Draco le suelta y cae agónicamente al suelo. Harry salta del diván y se estrella contra él, gruñendo y rugiendo y mostrando sus perfectos dientes blancos.

“Apártate de mí, Potty” (2), Draco escupe, se retuerce, se gira y muestra a su vez los dientes. Logra voltearles a los dos, y comienza la verdadera lucha.

Se hace interminable, hasta que lo chicos se cansan y mi dolorida polla no puede más,
imagina Horace.


Entro en el hall justo cuando Draco sostiene las manos de Harry por encima de su cabeza y las está aplastando con las suyas, más grandes. Sus caras están sonrojadas y sudorosas. Jadean. Sus ojos están iluminados por la ira, la mutua aversión, y el tipo de excitación que sólo mi creación podría provocar en ellos.


Sus respiraciones se ralentizan y permanecen uno frente a otro, sin decir nada, mientras sus cuerpos toman conciencia uno del otro. Draco se mueve un poco y jadea. Harry hace rodar los ojos. ¿Qué es esto? ¡Han descubierto sus dispuestas pollas! Nunca he estado tan excitado. Podría mirar a mis hermosos, hermosos chicos para siempre. Harry y Draco son mucho mejores que los otros. Me gustaría poder crear una poción capaz de mantenerlos así hasta el fin de mis días.


Abandono mis pensamientos cuando Harry se lame los labios. Draco sonríe con suficiencia y susurra algo. Harry se sonroja violentamente y Draco empieza a moverse. Su cuerpo se ondula y se tensa arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo mientras se frota contra el de Harry, dolorosamente dulce.

Sofoco un quejido y mi polla salta con regocijo cuando Harry inclina la cabeza con los labios enrojecidos. Draco emplea la lengua tan bien como la polla y mientras se aprieta contra Harry, atrapa los labios hinchados con los suyos. Domina el beso, y Harry se lo permite –de momento- pero después toma la ventaja y, librándose de las manos de Draco, las alza sobre ellos. Ahora es él quien se arquea, y presiona, y presiona, y presiona con su lengua rápida y su cuerpo sinuoso. Por un momento me pregunto si no habría estado mejor en la Casa de las serpientes, por la forma en que su cuerpo y su lengua se mueven y giran. Cuando los ojos de Potter se cierran y sus labios se abren, ofreciéndose, revelo mi presencia.

“Chicos,” los llamo, riendo entre dientes. “¿Qué sucede? ¿Peleando en los aposentos de un profesor? ¿Qué dirían de esto los Jefes de vuestras Casas, hmm?”

Con la velocidad de una víbora y el gruñido de un león, se detienen y giran bruscamente la cabeza, furiosos por haber sido interrumpidos. Sus ojos están dilatados y empañados de lujuria. No comprenden lo que están haciendo; simplemente necesitan dar rienda suelta a sus instintos. Malfoy rodea a Potter con sus brazos y vuelve a atraerlo hacía sí cuando ve que parece dispuesto a levantarse corriendo del suelo para clavarme sus uñas de Gryffindor. Oh, cómo me hace temblar. El dolor de mi polla es insoportable.

“Creo que ya es hora de soltar al señor Potter, ¿no cree, señor Malfoy?”, digo con otra risita.

Draco deja escapar un ruido contrariado del fondo de su garganta antes de aflojar su abrazo en torno a la cintura de Harry y soltarle. Se levanta y, mientras la lujuria lo abandona por un momento, parece horrorizado ante lo que ha hecho. Pero entonces Harry gira, se le sube la camisa y ambos podemos ver una franja de su piel a hurtadillas.
Después da la vuelta y se masajea las palpitantes muñecas, apoyadas aún en el suelo. La pasión desenfrenada que hay en sus ojos hace que me tambalee. Harry debería ser capaz de ocultar sus emociones un poco mejor…
Gruñe a causa del extraño destello que aprecia en los ojos de Draco, sin entender qué significa.

Antes de que las cosas se me vayan de las manos, intervengo. “Cinco puntos menos, señor Potter. Por pelear. Creo que lo mejor será que regrese a Gryffindor.”
“Pero eso no es justo”, protesta, moviéndose inquieto sobre sus pies, sus ojos escudriñando aún los de Draco.
“Señor Potter,” digo con dramático suspiro mientras mi polla palpita y ruega un desahogo, “esta es la tercera vez que los sorprendo a usted y al señor Malfoy en una posición comprometida en pocos días. Esto tiene que terminar”

Harry se muerde el labio intentando contenerse para no decir nada más mientras Draco sonríe con suficiencia.

Horace vacila en su fantasía. Sus dedos se detienen. Podría, supone, dejar terminar a los chicos. Tal vez Draco gruñiría y, cargando a través de la habitación, arrancándole la ropa a Harry, le tiraría al suelo y le abriría con dedos rudos y palabras aún más rudas. O puede que fuera Harry el que empujase a Draco contra la pared y le dijera que es una sucia puta antes de poseerle y hacerle sentir cada centímetro suyo.

Pero su interés decae un poco. No. Esa no es la forma en la que la fantasía termina. En lugar de esto, manda a los chicos cada uno por su lado, martirizándolos adrede, obligándolos a caminar juntos por el corredor, sabiendo que en cualquier momento volverá a sorprenderlos en un armario vacío, al límite.

Su polla vuelve a endurecerse. Gime más alto y su mano se desliza arriba y abajo más rápido, más rápido, más rápido. Su mundo gira brillante y frío y se corre al pensar en sus chicos jadeando de anticipación, en el placer que les será negado hasta que Horace les autorice a liberarse. Duda que alguna vez lo haga. Adora a esos hermosos chicos, aún más cuanto están maduros para ser recolectados e ignorantes de sus encantos. Jamás podría desperdiciar tanta belleza.
Horace deja escapar un suspiro. Saca la mano de los pantalones. Murmura un Hechizo de Limpieza. Se inclina con gran esfuerzo y coge un caramelo de jengibre de la cajita volcada. Se rompe en su boca y paladea el fuerte sabor mientras sus ojos se estrechan de placer, saciado como está.

 

 

Fin

 

 


Nota de la traductora:
(1): una otomana es un mueble antiguo.
(2): además de referido al nombre Potter, este juego de palabras hace alusión al significado de la palabra ‘potty’, que además de chiflado significa orinal.

Harry/ Draco

Rating: NC-17

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